Sobrevivientes: después del terremoto – Reseña

La ley de supervivencia darwiniana

Una utopía es normalmente construida alrededor de un proyecto que toma como guía un sistema de ideales que, en teoría, son favorecedoras para el bien común de la misma. Sin embargo, es tan complicado de mantenerse que usualmente su naturaleza funciona como una mera representación imaginativa. Sin embargo, es ese concepto el que el director coreano Eom Tae-hwa toma como precedente para desarrollar el complicado panorama de un futuro distópico apocalíptico en Sobrevivientes: Después del terremoto, cuyo título en inglés nos refiere justamente a este concepto.

Posterior a un brutal temblor que termina con prácticamente la faz de Corea como la conocemos, un grupo de sobrevivientes se recluye en un complejo de departamentos en Seúl, Hwang Gung, donde los residentes que sobrevivieron a este evento cataclismo deciden convertir en el último refugio de la humanidad, algo que levantará cuestiones morales entre los mismos al tener que decidir si estas paredes de concreto son suficientes para todos o si ejercerán una selección sobre aquellos que buscan asilo en el lugar pero no pertenecen ahí. 

El relato nos muestra la vida de una pareja, Min-sung y Myung-hwa (Park Seo-jun y Park Bo-young), una dupla llena de cierta compasión que, poco a poco, va cayendo en la espiral de esta nueva vida, marcando dos caminos diferentes entre ambos. A su vez, también seguimos los pasos del líder elegido por la comunidad de sobrevivientes, Kim Young-tak (Lee Byung-hun), que va convirtiendo el control en una espiral de caos, violencia y colapso moral donde los secretos más oscuros de los residentes de este complejo van revelándose, mostrando que la utopía de concreto en la que viven es todo menos lo perfecta que ellos creen.

Eom Tae-hwa decide hacer un estudio social donde la ambigüedad moral es tratada con maestría a partir de esta tragedia ocasionada por las fuerzas de la naturaleza, mostrando que incluso ella se queda corta con la destrucción, las traiciones y la agresividad de la que es capaz el ser humano. A través de un guion coescrito con Lee Shin-ji, toman el desorden social de un sistema totalitarista disfrazado de populismo como la base que mata uno de los factores más menospreciados de nuestra especie: la bondad y la empatía. 

El relato parece una peculiar mezcla de aquellas cintas de catástrofes naturales como Terremoto (Royce-Graff, 1974) combinado con la dura reflexión social de la novela de William Golding, El señor de las moscas, ubicándolo en un país de por sí ya dividido por sus ideologías desde la guerra desatada de 1950 a 1953 y que acabó por dividir a esta nación en dos Coreas. Aquí, las diferencias explotan debido a las situaciones que los personajes enfrentan, muchas de ellas de matar o vivir, en medio de un panorama desolador donde la desesperación y el miedo rigen las actitudes y decisiones de sus personajes. 

Sin temor a señalar la falta de prosperidad del pueblo surcoreano que vive en una desigualdad socioeconómica visible, algo que remite a las grandes crisis desatadas durante algunos de los gobiernos republicanos o militares en esta nación, estos apartamentos se colocan como el destino final para la disparidad existente así como un bastión para el sentido de pertenencia y la idea del hogar propio. La ironía es que uno de estos complejos, en donde normalmente residen aquellos olvidados por los ricos y las clases altas, se convierte en el recinto que les permite tomar las decisiones más duras  como quién vive y quien muere. 

La deshumanización va consumiendo las consciencias de estos personajes y del espectador mismo, sometiéndolo ante las mismas cuestiones que los protagonistas confrontan. Mientras hay quienes conservan una integridad moral donde la salvación es lo que cuenta sin importar el sacrificio, la gran mayoría opta por corromper sus ideales conforme a la conveniencia de la comunidad. El líder es, aparentemente, incorruptible e inflexible y hace valer las reglas para la adecuada convivencia. Así, el departamento se convierte en una especie de microverso utópico similar a lo visto en El rascacielos (Wheatley, 2015). 

El santuario por el que muchos competían por vivir en la sociedad establecida y conocida entonces se convierte en el bote salvavidas que se mantiene a flote para refugiarse del funesto desastre, ese que se evita mientras la brújula moral sigue dando vueltas ante un panorama que no juzga sus decisiones, pero si critica la idealización de esta forma de vida perfecta que, enfrentada ante la supervivencia, la muerte y la destrucción, usualmente deriva en la naturaleza caótica y de destrucción inherente a la especie humana. 

Tráiler oficial de Sobrevivientes: Después del terremoto / Corazón Films

A través de un gran diseño de producción que explora no sólo el interior de los apartamentos sino también el devastado exterior amenazante que devora al edificio y de una fotografía digan de cualquier otra cinta de desastres, Sobrevivientes: Después del terremoto nos muestra paso a paso la decadencia de los residentes en un mini espejo de nuestra sociedad, donde el privilegio de clase, la corrupción y la inhumanidad va carcomiendo las almas de los protagonistas hasta que la utopía, como suele suceder, revienta ante la dura realidad donde una fortaleza de concreto se impone como el bastión de la ley de supervivencia darwiniana, esa en la que el más fuerte prevalece ante las cucarachas, calificativo con el que describen a aquellos que buscan sobrevivir fuera de la vida idílica de este edificio. 

Sin embargo, también nos regala una bella moraleja acerca de los impulsos naturales y que, a veces, las cucarachas pueden ser más fuertes de lo que uno espera. Así, ante el caos que va gastando los cimientos de esta sociedad emergente, la lógica moral es cuestionada cuando el lema de “nosotros primero” se impone al bien común, mostrando en una interesante parábola que los impulsos más primarios son capaces de destruir cualquier empatía que uno tenga a través de una alegoría no sólo de la actualidad coreana, sino del mundo entero donde la cuestión de pertenencia hacia un lugar es cada vez más dispersa. 

Sobre el autor

Ficha técnica

  • Título en inglés: Concrete Utopia
  • Dirección: Eom Tae-hwa
  • Guion: Eom Tae-hwa, Lee Shin-ji
  • Reparto: Park Seo-joon, Park Bo-young, Lee Byung-hun
  • Duración: 130 min.
  • País: Corea del Sur
  • Año: 2023