Sin tiempo para morir – Reseña

Una despedida a la altura

Bond, el legendario espía del MI6, está disfrutando de su retiro del servicio activo. Sin embargo, este descanso se verá interrumpido por su viejo amigo de la CIA Félix Leiter, quien le pedirá ayuda para rescatar a un científico secuestrado, uno de los instrumentos para un peligroso plan que coincide con la aparición de Lyutsifer Safin y con el enfrentamiento ante los secretos que esconde su amada Madeleine Swann, mismos que pueden acabar con nuestro héroe.

Para la vigésimo quinta entrega de la franquicia basada en la obra de Ian Fleming, Cary Fukunaga aprovecha tanto su experiencia en el género dramático como la fuerza y el dinamismo del Bond de Daniel Craig para construir un relato sólido pero fluido, con acción continúa que no se desentiende de un desarrollo final bien ejecutado en el protagonista.

Fukunaga demuestra dedicación y compromiso con el proyecto al incluir referencias del mundo del agente más famoso del cine de una manera ágil, manteniendo la línea de evolución que perpetúa la frescura, sello de esta serie de películas, a través de escenas de acción de gran nivel de ejecución, la entrada de personajes secundarios en el momento justo y una sensación de riesgos latente tanto para el principal como para aliados y adversarios.

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Phoebe Waller-Bridge encabeza el trabajo en guión de manera potente al convertir el dilema de la falta de confianza en otros por parte de James Bond en una trama interesante que lleva a evolucionar a todos los personajes, todo sustentado por un plan que en la mayor parte del tiempo da giros que mantienen al espectador prendado de la pantalla.

La música de Hans Zimmer deslumbra y da mayor brillo a la labor en fotografía de Linus Sandgren. El frenetismo de cada persecución y cada pelea, así como de los momentos de mayor drama, tensión y romance (puntos que siempre han sido fuertes de la saga) son llevados a un alto nivel, correspondiendo a un final a la altura no solo de la etapa de Craig sino de casi 6 décadas en la pantalla grande.

Jamaica, Italia, Londres o el mar asiático, escenarios donde transcurre la acción, resultan tanto en un eye candy por su belleza como lugares ideales en los que se desarrollan claros homenajes a las diferentes etapas del agente, siendo el más llamativo el del icónico uso de gadgets para salir de apuros o incluso, el uso del sarcasmo para aliviar la tensión.

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Como es habitual, el cast de grandes nombres se nota comprometido en la mayor parte de sus componentes, destacando la breve pero explosiva participación de Ana de Armas como Paloma; el desempeño adecuado de Lashana Lynch como Nomi, la nueva 007 tras el retiro de Bond; el balance entre seriedad y humor de Ben Whishaw como el siempre oportuno Q; el abanico emocional que Léa Seydoux como Madeleine Swann transmite de gran manera; y el buen desempeño de Daniel Craig en su última aventura como Bond, quién se redimió de las declaraciones de cansancio del actor con el papel más importante de su carrera.

Sin embargo, los villanos desentonan con las actuaciones de los aliados del espía. Si bien, Christoph Waltz realiza una digna labor, Dali Benssalah como Primo (mercenario de Spectre), David Dencik en la piel del científico Valdo Obruchev, Billy Magnussen en el papel de Logan Ash (un agente doble) y Rami Malek como el antagonista principal Lyutsifer Safin, se siente caricaturizados, desaprovechando un plan que tiene un potencial inmenso, así como de un planteamiento interesante pero que termina en algo sin demasiada lógica.

Conclusión

Sin Tiempo Para Morir supone el cierre triunfal para una etapa que refrescó de gran manera una de las franquicias más grandes de la historia del cine. Si bien, el villano desentona, lo cierto es que la cinta número 25 conseguirá mover fibras en los fanáticos, acercar al público general a un personaje que ha envejecido bien y resultar ileso de toda fórmula.

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