Elementos – Reseña

Temas de migración y romance a la Disney

En 1995 llegó una productora cuyo sello característico no solamente era crear cintas de animación bonitas o infantiles sino ir al infinito y más allá. De la mano de John Lasseter, Pixar se convertiría poco a poco no sólo en la mano derecha de Disney, que fue dejando el estilo 2D atrás para reemplazarlo por las gráficas por computadora y el 3D mostrado en su primer largometraje producido, Toy Story. Veintiocho años después y con una larga historia en su haber de grandes clásicos y algunos tropezones, presentan su largometraje número 27, Elementos, de la mano del artista y animador de ascendencia coreana, Peter Sohn.

La colorida cinta presenta a los cuatro elementos de la naturaleza como sus protagonistas: aire, agua, tierra y fuego. Ellos conviven en la fastuosa Ciudad Elemento, creada para adaptarse a las cualidades específicas de cada uno de ellos, menos del ardiente fuego, que como último migrante, no se ha adaptado a este tipo de sociedad en la que sufre el prejuicio y discriminación de los otros. Sorteando estas dificultades, la pequeña familia Lumen tendrá que aprender a adaptarse y borrar los prejuicios de una sociedad que claramente no está pensada para ellos.

Aunque este conflicto inicial pintaba para tener una gran historia clásica de Pixar acerca de la aceptación de las diferencias a través de los cuatro elementos principales, el relato comienza a desviarse cuando Ember Lumen aparece después de una introducción acerca de la creación de la comunidad de fuego y su lucha cual migrantes recién llegados en una interesante analogía social. Aunque la carismática joven de fuego se transforma en la adolescente ideal  que desea seguir con el sueño de su padre, Bernie, su temperamento incendiario no le permite ser quien tome las riendas del negocio.

Si bien la historia seguía planteando el dilema de las clases sociales y las razas diferentes, es con la aparición de Wade Ripple, un joven elemento de agua que funge como supervisor  de tuberías y drenajes en esta ciudad, que todo comienza a dar un giro derivativo hacia lo cursi, pues él y Ember tendrán que buscar una solución a sus problemas en conjunto a pesar de las marcadas diferencias que hay entre personajes tan contrarios en carácter y en cualidades, desafiando el precepto de que los elementos distintos no pueden mezclarse en absoluto.

La espectacularidad visual que Pixar pone en marcha en este proyecto es innegable. Basta con ver el juego de las texturas de cada uno de los elementos o de la misma ciudad en que viven para saber que estamos ante un paisaje de ensueño que daría cabida a esta historia sobre la diversidad de culturas. El diseño de los personajes destaca así como los roles que cada uno ejerce en esta sociedad. Mientras que agua y aire suelen tener puestos con más opciones de crecimiento, los de tierra y fuego realizan más labores de clase obrera. 

Otro gran punto destacado es la música compuesta por Thomas Newman (Buscando a Nemo, 2003; WALL-E, 2008), que es capaz de captar la esencia de cada elemento a través de la misma, dándole vida a los mismos de forma brillante. Ni qué decir del tema musical de la cinta, Steal the Show, interpretado por Lauv, cuya melodía resulta pegajosa y llamativa como la animación y el aspecto visual de toda la animación multicolor que la acompaña.

Peter Sohn, como buen migrante llegado a los Estados Unidos, intenta captar en el relato esa esencia de lo que vivió de primera mano a través de la cultura del fuego. Eso se distingue sobre todo en las características visuales de las que impregna a estos personajes donde logra conjuntar rasgos de varias culturas asiáticas como la hindú, árabe y, claro, la coreana, lo que remite muy bien al planteamiento inicial del filme, ese que remarcaba problemas como la segregación y la intolerancia al más puro estilo de Haz lo correcto (1989) de Spike Jonze. 

Pero esos puntos de vista contrapuestos entre los cuatro no detonan ni se exploran nunca debido a la decisión de centrarse en un romance de telenovela entre Ember y Wade, dejando la profundidad de esos temas de lado para irse por argumentos simples, especialmente una relación entre dos personas separadas por sus diferencias y que, al parecer, no pueden terminar juntas. Efectivamente, Elementos se convierte al final en una desangelada y melcochosa versión de Romeo y Julieta con diálogos dignos de show televisivo al más puro estilo de Marimar.

Si bien existen grandes virtudes en esta cinta, que tiene momentos bastante entretenidos, la realidad es que Sohn y sus guionistas John Hoberg, Kat Likkel y Brenda Hsueh se olvidan de su motivación inicial de mostrar el espíritu de conciliación que vence a las diferencias por un relato que incumbe a solamente dos de los cuatro elementos del filme, cayendo de repente en incongruencias inexplicables y en un clímax engañoso que para todo aquel que sepa los estados de la materia sabrá de lo ridículo del desenlace. 

Tráiler oficial de Elementos / Disney Studios LA

Es así que Elementos se aleja nuevamente de aquellos grandes clásicos de Pixar que se atreven a profundizar sin miedo en temas como lo que nos define como personas en Soul, la complejidad de los sentimientos en Intensa-Mente o el duro proceso de madurar y aprender a soltar de Toy Story 3, entre otros relatos más trascendentes, para darnos una muy conveniente y simplona historia romántica que no conecta del todo, ni con los chicos ni con los adultos, perdiendo el brillo del fuego hasta diluirse como el agua. 

Sobre el autor

Ficha técnica

  • Título original: Elemental
  • Dirección: Peter Sohn
  • Guion: John Hoberg, Kat Likkel, Brenda Huset
  • Duración: 109 min.
  • País: EE.UU
  • Año: 2023