La tragicomedia de vivir en la CDMX
La capital de México se distingue por elementos que transitan por el camino de lo surreal, lo gracioso pero sobre todo, por ese cinismo que da un toque distintivo al ecosistema social de la metrópoli.
Aprovechando todo esto, Carlos Santos decide debutar con una cinta que exagera lo lamentable del sistema político mexicano, la carencia tanto moral como económica de la población aledaña o propia del lugar y de todo el universo de tradiciones (además de lugares) para buscar momentos de risa que pueden no calzar con los tiempos actuales.
Chilandolandia es un lugar donde suceden muchas cosas y se cuentan muchas historias, como la de Ramiro, el taxista. Él está convencido de que su vida cambiará cuando su sobrino “El Chulo” se convierta en la próxima estrella de fútbol al probarse en las fuerzas básicas. Del otro lado de la ciudad, Carmen y Miguel –una mujer que busca desesperadamente mejorar su situación económica en compañía de su marido mandilón– recibirán por equivocación una maleta con 10 millones de pesos. El dueño de la maleta buscará recuperar su dinero mientras que Carmen y su marido deberán pagar sus deudas y gastarse el dinero antes de que los atrapen.
Con la persecución como motor de la acción, la primera incursión de Santos como cineasta busca aprovechar el movimiento constante para abarcar la mayor cantidad de lugares, personajes y situaciones evitando momentos muertos o de nula atención.
Chilangolandia –o la amas o la odias– pero no le es indiferente a nadie.
Está exploración que podría ser considerada valiente por alejarse un tanto de la comedia mexicana dónde los protagonistas e historias puedan entrar en el calificativo de «whitexican», se siente limitada por moverse en zonas «fresas» en su mayoría o por las conveniencias innegables que son imprescindibles para el transcurrir de los acontecimientos.
La película desde el principio plantea nula seriedad en la superficie pero que en lo profundo resulta ser una crítica sobre lo que es ser «chilango», resaltando su picardía, su desfachatez para salir del paso o cuando menos sacar beneficio de toda situación de riesgo. Esto funciona por algunos momentos que dan como resultado cuando menos una sonrisa en el espectador que haya vivido en esa ciudad.
La relajación imperante se nota en las actuaciones y en esa violencia que puede resultar apabullante para la audiencia más susceptible. Es un constante reírse de la tragedia, del patetismo en algún nivel de sus personajes, así como de algunos personajes de sus carreras, como es el caso de Liliana Arriaga, de Luis Felipe Tovar o de Silverio Palacios, quienes rescatan lo mayor posible el ramo actoral.
La música que va desde canciones del TRI hasta composiciones basadas en sonidos de la ciudad (como el del audio del «fierro viejo») es un punto acertado que destaca.
Conclusión
Chilangolandia es una comedia en el que la exageración puede o no funcionar, dependiendo de la audiencia que la mire. Si bien, sus carencias narrativas y un surrealismo que desborda quiten puntos valiosos a la valoración, lo cierto es que es un reflejo acertado de como vivir en la ahora CDMX.
Consulta más reseñas en Criticinema.com. Compra tus boletos para ver Chilangolandia en Cinepolis.com
Sobre el autor
Ficha Técnica
- Dirección: Carlos Santos
- Guion: Carlos Santos
- Elenco: Liliana Arriaga, Priscila Arias, Silverio Placios
- Duración: 93 min.
- País: México
- Año: 2021