¡Boo!

Estamos en la época donde los sustos, monstruos, maldiciones y sangre inundan todos los medios, sobre todo en el cine, con una multitud de estrenos buscan causar miedo o incomodidad en el espectador y por ende, generar excelentes números en taquilla.

Sin embargo, el género se ha sobre explotado a niveles extremos con una fórmula que recae en screamers, jump scares y situaciones tan repetidas que parece que son obligadas en este tipo de películas. Prueba de ello es ¡Boo! que resulta ser más de lo mismo.

La cinta nos habla sobre una familia dividida de los suburbios, con un padre religioso, una madre preocupada por el tiempo que pasa, un hijo curioso y susceptible, además de una hija adolescente rebelde y con una relación tóxica. En vísperas de Halloween, la familia recibe una maldición la cual deberán pasar si no quieren vivir las consecuencias. Al ignorar las advertencias, la familia comenzará a experimentar diferentes experiencias que ocasionará cambios en la misma y que se cuestionen sobre su fe.

Dirigida por Luke Jaden (Wolf Who Cried Boy) hace su debut en largometrajes con una propuesta que si bien no aporta nada nuevo, tiene elementos que en el papel quizá funcionen pero que a la hora de colocar en pantalla fallen.

Uno de los valores que mejor provecha la cinta son los actores que intenta hacer algo con el guión. Rob Zabrecky toma suyo el personaje de padre religioso con un pasado que lo acecha; Jill Marie Jones se nota comprometida y hace una madre convincente que lucha por salvar un matrimonio desgastado, además de buscar una mejor comunicación con sus hijos; Aurora Perrineau no desgusta como hija rebelde; y Jaden Piner llega a tener buenos momentos como el único de la familia que desconfía de las maldiciones, el más susceptible y el que sirve de vehículo para las situaciones de mayor terror.

La película tiene un buen escenario, simbolismos interesantes a la religión (una crítica que es obvia pero que a veces no consigue convencer) y atmósferas que quizá con un mejor tratamiento puedan provocar mayor miedo. Además de que su agenda políticamente correcta no se sienta forzada y no se note casi nada.

Los efectos visuales, jump scares y screamers no sobresalen, funcionando para lo que la cinta propone, incluso con algunos que si logran su cometido.

Por último, el misterio que la cinta intenta generar es muy predecible quitando todo el potencial a la idea que, como hemos dicho, en papel puede que destaque.

¡Boo! es más de lo mismo pero con una duración menor que quizá ayude a saborear lo mejor de la cinta. Un intento por salirse de la fórmula pero que no termina de despegar.

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