Wes Anderson sigue explotando su visión única de hacer cine
La década de los 50, época post guerra en los Estados Unidos donde la Guerra Fría se sentía fuerte en el ambiente y la ciencia ficción servía como una reflexión acerca de los ‘alienigenas’ y los temores de ser invadidos por extraterrestres o, peor aún, comunistas.
Ese contexto social juega una parte interesante en el nuevo relato del texano Wes Anderson titulado Asteroid City en la que usa como pretexto este pueblo ficticio en medio del desértico paisaje americano para realizar un concurso escolar dedicado a la observación de fenómenos astronómicos. Sin embargo, un hecho sucedido en esta convención podrá cambiar todo el panorama del mundo.
Anderson sigue explotando su visión única de hacer cine. La simetría perfecta de las tomas, el uso de los colores vívidos y la inclusión de estilos como el stop motion para contar su historia están presentes. Pero aquí, todo aquello sirve para plantear la que posiblemente sea su más absurda (o pretenciosa) narrativa en la que no sólo coquetea con una comedia de ciencia ficción, sino con el asunto creativo que lleva hacia la metaficción, algo a lo que últimamente recurre este autor.
Y es que Wes, similar a lo hecho en La crónica francesa o El gran hotel Budapest, cuenta esta historia dentro de otra para crear una metáfora interesante acerca del poder creativo mientras le rinde un sentido homenaje a una forma artística tan bella como lo es el teatro. El director nuevamente nos hace conscientes de que somos parte del espectáculo, que lo que vemos es algo totalmente ficticio. Pero esta vez, los personajes lo están también, rompiendo de repente con la ilusión montada ante las cuestiones existenciales que plantea el arte creativo.
La cinta se divide en dos enfoques, uno que muestra lo que hay detrás de Asteroid City, dotada de un blanco y negro como si fuera un programa televisivo de, justamente, los 50s. Aquí, nos muestran todos los entresijos detrás del montaje de la delirante producción teatral. En ella, resalta la parte del narrador, interpretado por un sobrio Bryan Cranston que es la guía detrás de lo que sucede tras bambalinas en las diversas partes del proceso de creación de esta obra escrita por un dramaturgo interpretado por Edward Norton y los diferentes dilemas que enfrenta con el guion, los actores y demás.
Por otro lado está ese universo colorido donde se percibe todo lo que ha hecho a Wes Anderson un director con cierto nicho definido. La obra (o la película) se centra en una familia que acaba de perder a su matriarca y acaba varada en este poblado. Ahí, la vena humorística del realizador se vuelve una constante, dependiendo de un contraste entre lo ridículo de las situaciones que sus personajes enfrentan contra la rectitud y melancolía que cada uno tiene a su manera, un aderezo narrativo que es sello de fábrica de su creador.
Resalta en este cúmulo del ensamble el papel de Scarlett Johansson como una apesadumbrada actriz que todos reconocen, quien parece una curiosa mezcla entre Katharine Hepburn y Elizabeth Taylor con todo y sus labios carmín muy marcados. Aquí, la vibra optimista, que no necesariamente obedece a una narrativa lineal sino más bien a una serie de eventos desafortunados entre el muy diverso panorama de personajes (incluyendo militares y hasta un extraterrestre interpretado por Jeff Goldblum), funciona además como una pequeña sátira de la década de los 50s en los Estados Unidos.
El soundtrack de la cinta es muy atractivo también. En él, se escuchan varios temas de esa época que emula Anderson, empezando por «Last Train to San Fernando» de Johnny Duncan & The Blue Grass Boys, o «Love is Strange» de Buddy Holly entre otros temas, así como el regreso de Alexandre Desplat en la partitura, marcando su sexta colaboración con el director, así como la curiosa aparición de Jarvis Cocker interpretando a un vaquero dentro de un par de intervenciones musicales del relato.
Tal vez uno de los puntos más criticables (o admirables, para sus fans) es la cuestión de que Wes parece comenzar a auto referenciarse a sí mismo, lo que añade otra capa a la meta ficción planteada por el realizador. Mientras que el guion no es tan sólido como en otras ocasiones, Anderson no tiene empacho en mostrar una constante imitación de sí mismo en lo que presenta, resonando obras como Moonrise Kingdom, Los excéntricos Tenenbaums o Viaje a Darjeeling, cayendo en el exceso de la forma sobre el fondo.
Esa propuesta meta narrativa puede llegar a cansar por momentos ante la falta de sustancia en sus personajes. Muchos de ellos no logran esa profundidad o complejidad que ha logrado en otros relatos. Incluso, la parte romántica del relato se siente como algo que no conecta del todo debido al gran crisol de pequeños relatos inconexos en una historia que, por momentos, adolece en su ritmo.
Así, Asteroid City termina por adquirir una dimensión autorreflexiva de los sueños y una búsqueda de la felicidad en medio de un extraño encierro a través de algunos momentos de gracia al más puro estilo de Anderson, que, aunque parece caer en el efecto de su propio esteticismo, sigue entregando historias con un valor intrínseco que plantean temas como la pérdida, el ser padre, el amor y la belleza del soñar despiertos hasta que uno de ellos se haga realidad.
Sobre el autor
Ficha técnica
- Dirección: Wes Anderson
- Guion: Wes Anderson
- Reparto: Jason Schwartzman, Scarlett Johansson, Tom Hanks
- Duración: 104 min.
- País: EE.UU
- Año: 2023