Muerte infinita – Reseña

Una distopía moral de Brandon Cronenberg

James y Em Foster disfrutan de unas vacaciones en la playa con todo incluido en la isla ficticia de La Tolqa, cuando un accidente fatal expone la subcultura perversa del turismo hedonista, la violencia imprudente y los horrores surrealistas del resort.

Con esta premisa, Brandon Cronenberg entrega su tercera cinta como director, la segunda dentro de la ciencia ficción pero con una marcada crítica hacia las clases altas y sobre todo, a la fragilidad ética con la que la justicia puede manipularse siempre que se cuente con el dinero e influencia suficiente.

La reflexión también abarca la reflexión sobre la cercanía de algunos países y regiones sobre esta moral flexible, decantándose a reflejar un futuro muy plausible que representa ese dominio así como de esa burla que los visitantes de país con mayor desarrollo realizan hacía otras naciones que pasan a ser destino turísticos en los que pueden vivir en libertinaje, con una moral que se puede trastocar con un simple retiro en el cajero.

El guión propone un relato en el que lo surreal se combina con lo inmoral y lo explícito para sorprender, elevar el ritmo e intensidad cuando los bajones junto a la contemplación predomina a la vez que se magnifica por unas tomas a detalle que pueden sentirse en exceso o que ocupan el lugar de tomas más generales que aprovechen de lleno el atractivo paisaje. 

La violencia no sólo está presente en las escenas de crueldad y de torturas, también se encuentra en la edición que golpea al público con secuencias de psicodelia dignas de un auténtico viaje, así como de una liberación de los distintos personajes a su forma más salvaje, de pasiones reprochables pero con cinismo, todas bañadas en luces neón, elegancia de cuartos de hotel que pocos pueden disfrutar e incluso en esos momentos en los que sus rostros ocultos en máscaras, con alusiones marcadas al legado del legendario padre del director así como de un reminiscencia a La purga.

Habrá que reconocer que Brandon ha mejorado tanto en creatividad como en dirección, con sellos propios en su estilo que van desde técnicas visuales que logran escenas llenas de colores, saturación, imágenes difuminadas que chocan entre sí, erotismo en lugares un tanto peculiares que llegan a lo abstracto. Es justo en esta valentía experimental de decadentes fantasías que puede alejar al espectador casual, siendo un regalo para ese nicho fiel que sigue a los Cronenberg sin falla y con expectación.

El cineasta acierta con el cast, con sendos aplausos tanto para Mia Goth como para Alexander Skarsgård. Goth, por su parte, ha ganado su lugar como una de las reinas de cintas de terror gracias a la expresividad demostrada en X, Suspiria y aún más en Pearl, pasando notablemente de la sensualidad, inocencia a la locura más recalcitrante, dominando a personajes más poderosos físicamente. Mientras que Skarsgård, se contiene, muestra una cara diametralmente opuesta a la vista en The Northman, con un personaje que en todos los sentidos es utilizado, ya sea por el grupo de millonarios como del propio actor, encontrando en Alexander una figura que pueden moldear a su antojo. Sin duda, esa debilidad genera un vínculo con quien ve la cinta, inconscientemente lamentando su descenso pero también aprobando los castigos por su mal actuar.

No todo es perfecto. La trama se agota y deja claro el punto que quiere demostrar desde antes de que termine, apoyando su existencia en escenas que exploten ese lado voyeurista muchas veces negado. El final deja muchas dudas, la información proporcionada no corresponde a una construcción potencial de personajes y queda potencial por explotar debido a decisiones que la trama no se atreve a tomar.

Conclusión

Dependiendo la afinidad que se tenga con películas de este estilo, Muerte infinita es un ejercicio interesante que vale la pena ver en pantalla grande para apreciar los aspectos técnicos y de actuaciones que sin duda quedarán resonando por mucho tiempo.

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