Una mezcla entre Tarantino y Ritchie
Considerado uno de los mejores actores de su generación, Sir Mark Rylance ha encontrado un buen camino como protagonista de ciertos filmes después de su exitoso paso por la serie de la BBC, Wolf Hall. Si bien ya tenía papeles antes en la meca del cine, es hasta que Steven Spielberg lo lleva a su Puente de Espías que este histrión se roba el corazón de la audiencia (y también de la Academia).
Su temple, su carisma y su serenidad inesperada son lo único que necesita una cinta como El Sastre de la Mafia (The Outfit), donde interpreta a Leonard, un inocente pero experto costurero que, durante una noche en los años 50s en su pequeño negocio, enfrentará un dilema que pondrá en peligro su vida y la de su asistente de trabajo, Mable (Zoey Deutch).
Bajo esta premisa transcurre esta opera prima del realizador Graham Moore, distinguido por su labor como guionista, ganando el Premio de la Academia por Mejor Guion en la cinta El Código Enigma (Tyldum, 2014) y que aquí hace mancuerna con Jonathan McClain para crear un thriller psicológico desarrollado en una sola locación que depende totalmente de la labor actoral de su protagonista.
Moore hizo su tarea, pues va desentrañando los hechos poco a poco que derivarán en grandes giros. Primero, como el experimentado escritor que es, desarrolla de buena forma a Leonard y Mable, una relación entrañable que está metida en medio de los intereses de la Mafia de Chicago, una que usa la sastrería como una especie de fachada para la comunicación con la organización criminal superior a ellos conocida como El Outfit.
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La tensión, las revelaciones y todos los hechos sucedidos nos recuerdan un poco a ese asalto mal llevado y violento de Quentin Tarantino, Perros de Reserva, mezclado con la elegancia británica de Rylance y la mordacidad en los diálogos de un Guy Ritchie en Juegos, Trampas y Armas Humeantes. A partir de esa peculiar combinación, surge una narrativa interesante que va comparando lo que vemos que sucede con la labor perfeccionista de un sastre que, como dice Rylance, es un oficio que tiene más de lo que se ve.
Apoyado por un cast secundario interesante que incluye a Dylan O’Brien como Richie, el hijo del capo mayor de las calles de Chicago, o a Johnny Flynn como Francis, el encargado de llevar de la mano a todos los mafiosos, aunado a la aparente inocencia de Mable que no es su verdadera cara, Rylance navega con comodidad en medio de las envidias, la intriga y la violencia inherente de una serie de eventos desafortunados con unos giros de tuerca muy bien llevados.
El diseño de producción y los vestuarios son una parte fundamental en la cinta pues nos llevan a ese mundo de las altas costura la de la Mafia, además de un lugar escaso de mucho color, que se maneja más en los amarillos, cremas y cafés que dotan de ida a esta única locación que sirve como una especie de escenario teatral donde los planes de cada personaje chocarán poco a poco.
La musicalización de Alexandre Desplat también es un deleite, garantía de uno de los más destacados compositores de los últimos años. Con ella, el músico nos lleva de la mano por el entramado del drama y el misterio, logrando momentos muy buenos que acompañan a las revelaciones y la lenta deconstrucción que vemos en Leonard, que poco a poco va también mostrando algunos secretos ocultos de su pasado.
Es ahí donde Rylance demuestra una vez más su gran valía y talento. Durante las poco menos de dos horas que dura la cinta, carga con todo el peso del relato, mostrando al espectador que las apariencias engañan y que detrás de un buen traje hay mucho más que un simple corte y medidas. Y ahí entra esa gran sociedad entre el director y el protagonista que muestran pequeños vistazos al porqué es como es y como acabó un gran sastre inglés metido en un embrollo en el Chicago de los 50s.
Conclusión
Es esa caída a los rincones más oscuros de una persona y sus motivaciones las que llaman la atención de El Sastre de la Mafia, una excelente opera prima que juega con una puesta en escena casi teatral pero adecuada a un lenguaje cinematográfico que funciona muy bien al explotar de buena forma los tropos más comunes en las cintas de gángsters para crear un relato sorpresivo e impredecible.