El milagro del padre Stu – Reseña

Normalmente, conocemos a Mark Whalberg por su faceta de héroe de acción, de aquel tipo rudo e indestructible que suele salirse con la suya, aunque también nos ha regalado su cara cómica en cintas como Guerra de Papás o Ted. Pero hay un papel para el que se ha preparado durante toda su carrera, uno que está basado en una historia real que al actor le cautivó desde que la conoció.

Esa historia es la vida de Stuart Long, un ex boxeador acostumbrado a perder y fracasar que, después de un accidente en una motocicleta que casi le cuesta la vida, dio un giro de 180 grados al pasar de ser agnóstico a querer convertirse en un sacerdote. Esa travesía la vemos en El Milagro del Padre Stu, película dirigida por Rosalind Ross y producida por Whalberg en la que él toma las riendas del protagonista.

El actor comenzó a trabajar en este proyecto desde el año 2016, demostrando un verdadero interés por mostrar este relato que, mas allá de lo pareciera ser (la típica historia moralina de conversión a la fe cargada de sermones aleccionadores), el guion se carga más hacia otros aspectos tragicómicos que no dejan de ser clichés pero que le dan una profundidad diferente a la historia de Stu.

Whalberg acepta el reto dramático que le propone el papel, demostrando que cuando quiere, puede quitarse la imagen típica ruda o incluso sacarle provecho a la misma. Aunado a ello, se hace acompañar de un cast secundario que comprende bien las intenciones del filme. Tenemos a Jacki Weaver como la madre abnegada que no deja de creer en su hijo mas allá de los tropezones que ha tenido en su vida. También está Teresa Ruiz, el interés romántico religioso de Stuart que de alguna manera motiva a este ex boxeador fracasado.

Pero es Mel Gibson como el padre de Stu quien se roba la escena, emulando de vez en cuando a una versión alternativa de un Martin Riggs maduro y solitario que cada vez que aparece con Whalberg en escena, genera una química especial con todo y la tóxica relación que tienen entre ambos en la historia. Esto no es de extrañarse, ya que ambos se conocieron por primera vez en Guerra de Papás 2, donde tenían ese mismo rol de padre e hijo respectivamente.

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Como toda buena historia motivacional, El Milagro del Padre Stu se inclina por esas fórmulas conocidas, remitiendo a otros filmes basados en la vida real como lo fue Patch Adams (con todo y compañero de oficio clavado en su estudio). Sin embargo, eso le da un agregado interesante aunque los conflictos se desarrollen de una manera sobremanera simplista que resuelve todo muy sencillamente, fallando un poco en ese sentido aspiracional que debería crear su relato.

Los tropiezos que el guion presenta se dan, precisamente, al caer en el tema de la fe, donde el ritmo de repente cae para aquellos que no comulgan con la convicción religiosa que Stu comienza a profesar. Pero afortunadamente, detrás de todo ello también se encuentran temas interesantes como el autodescubrimiento, la relación entre padre e hijo o la constante moraleja de que no importan los dolores y caídas en el camino, sino lo que aprendemos de ellas hasta adquirir una resiliencia tan admirable como la del Padre Stu.

Aunado a ello, la cinta cuenta con un soundtrack llamativo que cuenta con temas que van desde el country antiguo de Johnny Cash y June Carter hasta The Black Keys o Brett Young , mismos que se conjugan con la adecuada musicalización de Dickon Hinchliffe que raya en lo sentimental de vez en cuando, pero que ayudan a transmitir la sensación constante de lucha y derrota que vive Long.

A pesar de que puede cuestionarse el porqué no se ahondó en los motivos más espirituales del verdadero Padre Stu, la cinta consigue tener su propio encanto sin llegar a ser algo sobresaliente al mostrar el largo viaje de vida de un individuo que tuvo que enfrentar adversidades tremendas, creando una imagen de Long que se aleja del puritanismo requerido, enseñándonos una faceta gris, grosera o hasta irreverente que puede causar incomodidad en algunos.

Conclusión

A pesar de sus irregularidades, El Milagro del Padre Stu logra su cometido al dar a conocer a un personaje como Long que resulta inspirador, demostrando el compromiso de Whalberg ante este relato en el que nos recuerdan que, lejos de las típicas convenciones, que a veces la búsqueda de uno mismo o la cura a la insana relación con su familia y amistades puede estar en caminos misteriosos, pero sobre todo que no se necesita ser un santo para creer.

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