Anora: Sean Baker y su visión cruda del cuento de hadas en la vida real
Hollywood vende hasta el cansancio las historias de cuentos de hadas reales, especialmente cuando se trata de comedias románticas. No podemos olvidar en la memoria la Mujer bonita (1990) de Garry Marshall, o Un lugar llamado Notting Hill (1999) de Roger Michell, en el que los finales felices siempre trascienden sobre las condiciones sociales, económicas y todo prejuicio para llegar a un final feliz. Sin embargo, el siempre provocativo Sean Baker decide ofrecer un relato que corrije la fantasía de esos amores y le provee de una realidad cruda en Anora, su mas reciente filme.
La historia sigue a Ani, título que prefiere antes que usar su nombre completo (Anora), una stripper que se gana la vida trabajando en un club en Manhattan, además de ejercer servicios de acompañamiento de vez en cuando para conseguir la suficiente pasta para sobrevivir el día a día. Rentando un apartamento compartido en Brighton Beach, Brooklyn, tiene una ventaja sobre sus colegas que funcionará como un golpe de suerte inesperado: sabe hablar ruso. Por ello, le toca atender a un cliente con un deficiente inglés y muchos dólares sin saber que este encuentro cambiará por completo su vida.
Sean Baker se distingue por retratar de forma efectiva la vida de personajes olvidados en la sociedad norteamericana profunda que la gran industria suele olvidar. Desde el relato de una prostituta y su mejor amiga con su peculiar venganza en Tangerine (2015), hasta la pobreza y sueños rotos de las infancias en El proyecto Florida (2017) y la historia de un ex actor porno estafador con un idilio porhibido y actitud negligente en Red Rocket (2021), el oriundo de Nueva Jersey muestra con humor y crudeza la realidad a partir de la empatía.
Aquí, el cineasta retoma mucho de esos tres filmes para crear una narrativa que se parte en tres bloques muy marcados. La primera media hora lleva un ritmo frenético como reflejo de la vida que muchos jovenes tienen en estos tiempos, casi en un lenguaje digno de video de TikTok que tiene fiesta, alegría, sexo, viajes, de todo. Pero la maestría del también editor recae en el cambio de enfoque y ritmo para su segundo y tercer acto, en donde todo lo que vimos al inicio se trastoca por la más absurda de las situaciones.
Es ahí donde Anora encuentra su mejor punto. Y es que la cinta se toma el tiempo necesario para construir el lado emocional de los personajes. Mikey Madison, que interpreta a nuestra protagonista, pasa de la ingenuidad absoluta a la ruptura tragicómica de manera excelsa gracias al planteamiento deslumbrante y acelerado que hace Baker al principio, uno digno de cuento de hadas en el que ella encuentra el amor con el hijo de un oligarca ruso, Vanya. A su lado vive lo que parecieran ser los mejores momentos de su vida, rompiendo la barrera de estrictamente negocios hacia algo mucho más personal.
Las consecuencias caen en ese segundo acto que comienza con un gran plano secuencia en constante movimiento, todo esto debido a la aparición de dos guardias y el padrino del muchacho que, al percatarse de una polémica decisión que remueve la relación con sus padres, intentan resarcir el problema. Aquí, el maduro y compinche de otras aventuras de Baker, Karren Karagulian como el maduro Toros y el joven Yura Borisov como el silencioso pero empático Igor, crean una química que resulta hilarante a pesar de lo caótico y duro del asunto por tratar.
Es la fisicalidad entre los tres la que potencia las siguientes partes de Anora. Todo esto sumado al papel del alegre, cobarde e irresponsable Vanya, interpretado por Mark Eidelstein, que es incapaz de encarar las consecuencias de sus actos, o ni siquiera tratar de defender a su princesa Ani de las mismas. Aquí, Baker saca jugo de las situaciones más normales para crear un buen balance entre el quiebre que poco a poco va viviendo su protagonista y la estupidez andante de quienes la acompañan.
Otro de los factores que no faltan en la cinta es la excelsa música que el cineasta escoje como perfecto “escort” de su historia. Desde la canción que resuena con fuerza en los créditos iniciales, muy al estilo de Bye Bye Bye de N’SYNC en Red Rocket, aquí es la boy band Take That la que toma el lugar para vibrar con Greatest Day mientras el cineasta nos presenta el mundo al que pertenece Anora mientras el coro ofrece una profecía de lo que ella está por vivir, aunque no siempre termine de buena forma. Eso, sumado a rolas de T.A.T.U., DMX o playlists de sus propios actores no profesionales que trabajan como strippers, le dan un aire de autenticidad a todo el relato que Baker captura en su cámara.
La evolución del neojerseita es notora en su estilo y forma, además de ser una voz que ha ayudado a mirar con respeto y dignidad a los marginados sociales, dotándolos de un valor que, al final, resuena tremendamente en el relato de Ani: la empatía, esa que en el punto más álgido del filme nos mueve el corazón ante el destino que la protagonista y compañía tienen que enfrentar, asumiendo las consecuencias de sus decisiones, regalando incluso en esta ocasión una moraleja dura sobre el arrepentimiento y aquellos sueños rotos o falsas promesas que persiguen nuestras almas rotas y que pocos o nadie pueden comprender más que uno mismo.
Conclusión
Anora es una tragicomedia de la vida real frenética y feroz con una heroína frustrada en Ani que, gracias a la fuerza acotral de Mikey Madison, se convierte en una chica a la que queremos apoyar, consolar e incluso ayudar en medio de esta locura llamada vida. Y es que más allá del sexo, el dinero y las Cenicientas frustradas, existe el trauma, el dolor y el deseo de que, cual canción de Take That, uno de nuestros días sea el más grandioso de nuestra existencia aunque sus consecuencias puedan ser desagradables, obligándonos a encarar que, por más que uno bsuque siempre el final feliz, no siempre está a la mano.
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Sobre el autor
Ficha técnica
- Dirección: Sean Baker
- Guion: Sean Baker
- Reparto: Mikey Madison, Yura Borisov, Mark Eydelshteyn, Karren Karagulian
- Duración: 139 min.
- País: EE.UU.
- Año: 2024