La trampa – Reseña

Otro fenómeno que parece ser también fiel al estilo del director: o lo amas o lo odias

Uno de los directores que más ha causado división en su carrera es, sin duda, M. Night Shyamalan. Desde su aclamada cinta, El sexto sentido (1999), hasta los sendos tropiezos que parecían enterrar su carrera con El fin de los tiempos (2008) y la adaptación floja de El último maestro del aire (2010), el crecido en Penn Valley, Pensilvania ha hecho escuela de los giros de tuerca como uno de los recursos principales de su filmografía, además de recurrir siempre a la creación del suspenso que se encamina hacia una grandilocuente revelación final que puede ser o muy efectiva o tremendamente absurda. 

Ahora, el también guionista crea La trampa como un vehículo de lucimiento no sólo de sus peores pecados y las más destacadas virtudes al crear una historia repleta de conveniencias y deus ex machina constantes mientras ejerce su vena más nepotista al crear todo un filme con tal de presumir y lanzar la carrera artística de una de sus hijas, Saleka, mientras crea un filme lleno de fragilidades narrativas y bastante esimisimadas que se desmoronan al ser expuestas a la lógica del mundo real sin importar lo efectivo que sea el planteamiento.

La trampa, curiosamente, muestra una premisa inicial muy atractiva y hasta atrevida por parte del realizador hindú americano. En ella, pone de por medio a Cooper (Josh Hartnett), un padre de familia que busca complacer a su hija, Riley (Ariel Donoghue), al llevarla a ver a su artista favorita, Raven (Saleka). Pero esa tarde de esparcimiento se convertirá en toda una pesadilla cuando el padre ideal se de cuenta de que este evento es una gran trampa pensada para atrapar a un asesino despiadado que descuartiza a sus víctimas… y que es él. 

Hartnett es quien sostiene gran parte del filme con su carisma psicopático a pesar de lo inverosímiles de las situaciones que enfrenta. Demostrando un lado similar al del asesino visto en un pequeño segmento de Sin City: La ciudad del pecado (2005) pero llevado al límite, el histrión crea un demencial, inteligente y salvaje asesino que, conforme pasa el tiempo y los retos par ahuir se vuelven mayores, va perdiendo la delgada línea entre la sanidad de su vida pública y la locura de la privada, todo con tal de no ser atrapado.

Por otro lado, una de las grandes trampas de la cinta recae en la descarada intención de Shyamalan de posicionar y ratificar a su hija como actriz y cantante al darle el papel de Raven, convirtiéndola en un factor clave para la narrativa de este gran juego del gato y el ratón. Aunque Saleka no resulta una mala artista, su inclusión se siente como el máximo acto de nepotismo que el director y guionista ha tenido en su carrera. Eso si, no se le niega que existe un momento en que ella y Hartnett crean una atmósfera bastante tensa a pesar de lo absurdo de su visión.

Es ese sentido de exceso que constantemente pone a prueba la credibilidad de lo que pasa donde radican las virtudes y excesos de Shyamalan. En su intento de crear algo apegado a la idea de la creación del suspenso en el que el espectador ya sabe quién es el culpable así como en el manejo de las atmósferas, sobre todo en la segunda parte del filme, que el reconocido realizador logra sus mejores puntos. Sin embargo, en el intento de crear cierta empatía por Cooper y su situación, la historia da bandazos que rompen por momentos el tono y el ritmo del filme. 

Y es que en la creación de su propio villano y la revelación que todos conocemos, Shyamalan va perdiendo el foco de alguien vulnerable y que vive el riesgo de ser detenido hasta ser casi un individuo invencible por completo que encajaría mejor en el mundo fantástico de El protegido (2000) y Fragmentado (2016). De alguna forma bastante incidental y cada vez más irreal, Cooper resulta ser más inteligente que todos y evita caer en la persecución, eludiendo a una psicóloga criminal con frases bastante malitas e incluso a la astucia de aquellos que parecen haberle tendido esta trampa al salvaje asesino.

Tráiler oficial de La trampa | Warner Bros Pictures Latinoamérica

Pareciera entonces que el principal problema de La trampa no es el asesino buscando escapar ni aquellos que lo quieren atrapar a como dé lugar, sino Shyamalan mismo, que parece siempre querer salirse con la suya aunque por momentos no tenga la razón y esto lo lleve a tropezar. Aunque este filme no carece de momentos entretenidos y bizarramente divertidos, ciertamente no es la experiencia cinematográfica que prometía. Pero eso sí, tampoco resulta una de las peores cintas del director, porque al menos dentro de toda esa locura, sostiene ciertos valores como la música de Herdís Stefánsdóttir, con quien vuelve a colaborar después de Llaman a la puerta (2023). Con todo y el propio mal que Shyamalan se hace de repente, su más reciente cinta se vuelve disfrutable hasta cierto punto cuando asumes que nada de lo que ves tiene sentido o lógica. Es ahí donde puede uno como espectador divertirse como si fuera un relato de esos que se cuentan en la noche para tratar de dar miedo o impacto sin lograrlo del todo. Afortunadamente, gracias a Hartnett y su memorable pero contradictorio Cooper, La trampa puede dejar medio satisfecho a aquellos menos quisquillosos, peor seguramente dividirá al público, creando otro fenómeno que parece ser también fiel al estilo del director: o lo amas o lo odias, sin términos medios.

Sobre el autor

Ficha técnica

  • Título original: The Trap
  • Dirección: M. Night Shyamalan
  • Guion: M. Night Shyamalan
  • Reparto: Josh Hartnett, Saleka Shyamalan, Ariel Donoghue
  • Duración: 105 min.
  • País: EE.UU.
  • Año: 2024