De noche con el diablo – Reseña

Los talk show nocturnos y el surgimiento del satanismo

Después de una larga espera desde que se estrenó en Estados Unidos, la cinta de los hermanos Cairnes que causó revuelo desde su exhibición en la pasada edición del Festival SITGES llega a cines mexicanos para deleite de los fanáticos del terror. Se trata de De noche con el diablo, filme que mezcla dos de las cosas más populares en la década de los 70: los talk show nocturnos y el surgimiento del satanismo en una nación donde el sueño americano parecía desvanecerse en medio del turbio panorama.

La cinta sigue al presentador de televisión Jack Delroy (David Dastmalchian) que, desesperado por mantener su popularidad y subir los ratings de su show nocturno que constantemente queda corto ante lo hecho por el rey de esta instancia, Johnny Carson, decide hacer una transmisión muy especial en plena noche de Halloween de 1977 donde los tintes sobrenaturales acaparen el programa. Sin embargo, su dinámica es llevada a límites insospechados, lo que provocará que un espectáculo de mero entretenimiento se convierta en una terrible pesadilla de la que Delroy y compañía no podrán escapar. 

Los hermanos Cairnes crean una narrativa interesante no sólo en su forma narrativa sino también en los temas que la cinta aborda en su relato. La forma en que escogen mostrar todo este relato como una cinta perdida de un programa de televisión y la recreación del mismo a partir de una imagen que luce la estética de ese entonces, coqueteando incluso con el juego de meter cortes comerciales o escenas granuladas, le da un aire auténtico a la atmósfera de esta pesadilla que elude cualquier forma convencional de crear miedo.

Y es que De noche con el diablo demuestra un ejercicio de detalle brillante, creando una sensación de suspenso constante que coquetea con lo desconocido y que, de manera inteligente, los Cairnes van instalando poco a poco en la mente del espectador. Desde el inicio, cuando el narrador (Michael Ironside), al más puro estilo de La masacre de Texas (Hooper, 1974), nos da una introducción con piezas clave para el rompecabezas que se va creando, sabemos que el juego de este show nocturno será diferente a lo que esperamos.

Aquí viene la creación de la atmósfera y una cierta redefinición del “found footage”, esta vez no llevado por el camino de las tomas con cámara en mano, sino con la dinámica de mostrar no sólo el máster del show que fue transmitido en vivo, sino de lo sucedido detrás de cámaras con algunas pláticas y decisiones sobre lo que está aconteciendo que funcionan como elementos que alimentan la tensión que poco a poco va creciendo en el ambiente.

Ni que decir del diseño de producción y arte, pues éste resulta clave en la recreación del set, los vestuarios y la sensación de que, en verdad, estamos viendo este programa por primera vez. Cabe resaltar que, para perfeccionar esa estética, los hermanos Cairnes utilizaron asesoría de una inteligencia artificial en la producción que los ayudó a pulir los detalles necesarios para la recreación adecuada de este talk show nocturno.

Pero el guion de esta gran cinta de suspenso más que terror se enfoca mucho más en crear una terrible analogía sobre la cuestión del éxito a cualquier precio, algo similar a lo hecho por Ti West en la última entrega de su trilogía, Maxxxine (2024). Mientras que allá mostraba el lado voraz de un Hollywood ochentero con pleno Pánico Satánico en boga y la aparición de un asesino serial para alentarlo, De noche con el diablo juega con el concepto de las sectas que adquirieron una infame reputación desde la masacre realizada por la Familia Manson en agosto de 1969.

Esta idea es retomada por los Cairnes para explotar la cuestión del éxito pero a nivel televisivo en una guerra por los ratings donde el gusto popular resulta más infame muchas veces que el del cine. A través de Delroy y su productor, vemos la inescrupulosa toma de decisiones donde solamente importa tener audiencia, resonando irónicamente hasta tiempos presentes donde esto es medido por la cantidad de me gusta y seguidores en redes sociales. La cinta no teme en señalar que, con tal de montar un gran espectáculo, todo es válido, encontrando ciertos ecos de otra gran cinta dramática sobre el poder televisivo, Poder que mata (Lumet, 1976).

Todo esto es potenciado por un cast muy interesante que incluye a Fay, Rhyssal Bazzi como el psíquico Christou, Rhys Auteri como el incondicional compinche de Delroy, Gus, Ian Bliss como el escéptico especialista Carmichael Hunt y las invitadas estelares del programa, Laura Gordon como la psicóloga June y su paciente sobreviviente de los abusos de una secta diabólica, Lilly, interpretada por Ingrid Torelli. El ensamble luce de buena forma gracias al equilibrio que logra mantener la historia, dándole a cada uno su momento clave para descifrar el terrible aunque un tanto abrupto desenlace del show.

Pero es David Dastmalchian quien resulta magistral como Jack Delroy, aquel don nadie que probó las mieles del éxito y no piensa soltarlo por ninguna razón. Su presencia en la escena como el anfitrión y el ancla del filme funciona gracias a la espiral en la que poco a poco va descendiendo mientras la noche avanza, una que va desde la euforia y el nerviosismo por su arriesgada idea para levantar su programa, Noctámbulos, hasta el miedo inevitable al tener que enfrentar las consecuencias de sus actos y decisiones.

Si bien el final de De noche con el diablo puede dejar sentimientos encontrados, no cabe duda de que cierra de buena forma el humano rompecabezas que critica la fama y la forma de conseguirla en un mundo voraz a través de una pequeña muestra de una sociedad en la que el satanismo, más que religión, parecía moda. Todo esto a través de un efectivo suspenso que explota muy bien su contexto y nos recuerda que no siempre es divertido tener una charla con el demonio, mucho menos con los propios. 

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