Club cero – Reseña

La anorexia, la alienación y el fanatismo extremo

La austriaca Jessica Hausner regresa con otra cinta mordaz llamada Club cero, una sátira al más puro estilo de esta cineasta que ahora aborda temas como la anorexia, la alienación, pero sobre todo el fanatismo extremo, que, llevado al máximo, puede provocar un culto peligroso que deriva en la fantasía colectiva de una sociedad entera. Eso reflejado a través de la figura idílica de la profesora Novak (Mia Wasikowska) y su particular método de nutrición dentro de un internado donde la generación Z que la sigue se convierte en víctima de estas prácticas que llevan hasta las últimas consecuencias. 

La directora se junta nuevamente con su coguionista, Géraldine Bajard, para crear un microuniverso lleno de situaciones extrañas, actos un tanto perversos y asquerosos que retan cualquier convencionalidad en sus relatos, virtud que para muchos también provoca una complejidad argumental que por momentos se pierde tanto en el tono como en las ideas que plantea. Y es que Club cero abarca muchos temas en su historia, criticando las ideas de una alimentación saludable mientras hace alusión a lo frágil de la educación ‘woke’, así como el duro enfoque hacia los trastornos alimenticios e incluso una mordaz crítica a la mentalidad de culto casi totalitaria reflejando cómo una idea se puede convertir en una creencia desmedida. 

La vida en este colegio de élite, que es donde el relato fluye, es el lugar perfecto para que la profesora Novak utilice a unos estudiantes como conejillos de indias mediante estas clases de “alimentación consciente” que, en medio de sus buenos propósitos, realmente oculta un mensaje digno de un culto extremista en el que el cuerpo no se deberá alimentar de nada para conseguir su depuración perfecta. Esa parte aborda no sólo la cuestión de la anorexia de una forma poco vista, arriesgándose a poner escenas que retarán al espectador por su mal gusto, sino también la peligrosidad de una ideología intolerante en medio de una sociedad preocupada constantemente por la apariencia. 

Tráiler oficial de Club cero / Zima Entertainment

Una de las virtudes de Hausner siempre radica en lo estético. Recordamos los colores de Little Joe, donde el rojo y el blanco jugaban un papel fundamental. Aquí la fotografía de Martin Gschlacht (Dulces sueños mamá, 2014) es mucho menos estridente, casi estricta en su forma de usar los colores amarillo, azul, gris y verde, acompañado de unos encuadres que son perfectos, rígidos y cada movimiento de cámara resulta se siente casi coreografiado. Desde esta narrativa, Club cero implica la dura imposición que padecen los estudiantes de Novak, quienes confrontan esta disyuntiva de manera tan frívola que da miedo.

Si bien esto es otro acierto de la cineasta austriaca, la deshumanización progresiva de ellos así como la falta de invidivualidad para convertirse en una masa dispuesta a lo que su amada líder les proponga, incluso morir de hambre, provoca una carencia de empatía con el espectador. Hausner juega el factor de la incomodidad para llevar su metáfora a lugares que intentan crear una primer reflexión: lo fácil que el ser humano puede caer en la aplicación de una idea extrema, algo que, además, resuena en nuestra historia. Pero aquí, el cuento se aleja de la advertencia para enfocarse más en ese comportamiento sectario, olvidando rascar las heridas de los demás temas que propone. 

Pero Club cero cuenta con una carta fuerte que causa el interés del público en este desesperanzador relato: Mia Wasikowska, actriz que explora los recovecos más oscuros de una persona que busca guiar pero se convierte en dictadura absolutista de su mantra. Su rostro impávido y blanco transmite un aura de misterio y amenaza que no pasa desapercibido. Es la construcción de su personalidad cuasi mesiánica y su transformación de una profesora sonriente y optimista a su obsesión por lavar el cerebro de todos , erigiendo como una Charles Manson que crea su propio desorden en medio de un sistema de por si doctrinario de la alta sociedad, convirtiéndose en la guía del relato.

Los adultos alrededor de esta juventud perdida son otros personajes que resultan lastimosamente odiosos, prefiriendo negar el problema que sus hijos y estudiantes viven. Pareciera que en este pequeño mundo de Hausner los mayores funcionan como una burla de la sociedad establecida que no es capaz de mirar el peligro de una idea totalitarista hasta que es demasiado tarde. Ni qué decir de los jóvenes, en quienes radica la mirada hacia las presiones sociales de un grupo encaminado al abismo debido a la fe ciega en su líder. La crueldad humana y la indiferencia de nuestra especie es captada por la directora austriaca, metiendo el dedo en la llaga de muchos problemas que se sienten latentes en nuestra realidad a través de esta 

Conclusión

Con todo y que las grandes ambiciones argumentales de Club cero por momentos son poco claras, no cabe duda que Hausner se mantiene fiel a sus confines temáticos, explorando las cuestiones de la fe como algo que provoca la pérdida del sentido común similar a Lourdes (2009) en un relato que remite al cuento de Pedro y el lobo de Sergei Prokofiev, cuya música que resuena en un momento del filme, donde el cuento de hadas retorcido se convierte en una lección sobre la ferocidad del lobo, la inocencia perdida y la dura mordida detrás del plato vacío de una generación frágil que vive rodeada de una descarada hipocresía. 

Sobre el autor

Ficha técnica

  • Título original: Club Zero
  • Dirección: Jessica Hausner
  • Guion: Jessica Hausner, Géraldine Bajard
  • Reparto: Mia Wasikowska, Ksenia Devriendt, Luke Barker
  • Duración: 110 min.
  • Año: 2023